Un suspiro silencioso - Parte II

Me deseaba, quizás no tanto como yo a ella, pero su reacción que proporcionaba más leña al fuego que se avivaba dentro de mí, hacía que me convenciese de una forma poco cuerda de ello.

Volví a atacar con los susurros excitantes, cargados de deseo, que tanto parecían desorientarla: -¿Tienes miedo? – dejé que el silencio tomara posesión del momento por un instante, esperando a una posible contestación de ella, que nunca llegó y que me indujo a continuar con el propósito: - ¿Miedo a no poder resistir la tentación, miedo a oírme decir que en estos momentos mataría por hacerte el amor de la manera más intensa posible?

El temblor de sus manos descendió su agitado compás, para convertirse en un movimiento desesperado y estresante. El vello de sus brazos se erizó como si quisiera alcanzar el cielo, su cuerpo pareció tensarse con otro significado distinto al miedo anterior, ahora parecía estar más relajada y deseosa.
Despacio noté como colocaba una mano encima de las que yo tenía entrelazadas y que hacían que ella estuviera presa en la cárcel de mi cuerpo. Estaba caliente, suave, estaba acariciándome y estaba haciendo que me crisparan las ganas que tanto tiempo llevaban atormentándome.
Después de asegurarse de que su mano estaba sana y salva, de que sus caricias no eran rechazadas, de que lo que hacía estaba aportándole una sensación más profunda de lo que esperaba, decidió añadir su otra mano a la montaña de caricias que se formaba en el núcleo externo de mariposas residentes en su interior.

Pude apreciar que cerraba los ojos, cuando nuestra piel hacia un contacto más intenso. Los cerraba esperando absorber cada sensación que le estaba proporcionando ese momento. Los cerraba como yo también lo hacía pretendiendo dejar el suelo y transportarme a un lugar en el que solo existiéramos nosotras dos.

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