Bajo la atenta y curiosa mirada de las estrellas.
Después de tanto tiempo... Desperté. Desperté de aquel largo y profundo sueño...
Hace 50 años, en 1850, yo vivía en un pequeño pueblo donde la tecnología aún no estaba tan avanzada y los seres humanos teníamos que ganarnos el derecho de vivir con el sudor de nuestra frente.
Aquel pueblo se llamaba CamelotLance. Camelot no, CamelotLance. Esa pequeña aldea la creó un rey llamado Don Francisco Burgois IV, que desapareció tras ser desterrado de su propia tierra por culpa de comerciar con esclavos, algo totalmente prohibido en el lugar en el que vivía.
Por aquel tiempo yo tenía 19 años, a punto de cumplir los 20. Mi nombre era Elena de Valois, hermana de la princesa de CamelotLance, Emilia de Valois. Como ella fue la primogénita, yo no heredé el derecho de autoridad del lugar, pero siempre estuve conforme con mi status.
Un día, yo desarrollé extraños poderes esotéricos. Era una adivina que podía leer el futuro al mínimo contacto con la palma de tu mano. Cuando los campesinos y mi propia hermana se enteraron, me enviaron a los lejanos suburbios de CamerotLance y me abandonaron cual una persona leprosa. No obstante, algunas personas que creían en mí vinieron a visitarme y a traerme algo de comida a cambio de leerles el futuro. No tenía más remedio que aceptar, ¿pues entonces de qué me alimentaría?
Pero mi hermana me vio cómo una amenaza para la sociedad. Me acusó de hereje, de bruja, de seguidora del Diablo. Me negaba a creer que semejantes blasfemias saliesen de la boca de Emilia, pero no pude hacer nada, sólo agachar la cabeza.
Y entonces, una noche mientras dormía, cargaron conmigo y me quemaron en una hoguera.
Viví durante esos 50 años en el cielo, sirviendo a por aquel entonces mi difunto padre, Frederick Vanhutter, hasta que llegó el día de su Marcha. Allí conocí a mi amado, Eric, pero al cabo de un tiempo también fue su Marcha, el día en el que se reencarnaría. Con otro nombre y a lo mejor físico, pero con los mismos recuerdos y pensamientos.
Y ahora, después de largos años de espera... he vuelto. Sólo para encontrarme con él.
Caminé por las oscuras y frías calles de CamelotLance, que seguía igual que siempre. Al principio di pasos con inseguridad, ocultándome entre las sombras, donde las antorchas no podían alumbrar ya que a lo mejor alguno de los que estaban por mi 'tiempo' aún seguía con vida; pero era imposible. La mayoría de gente nunca pasaba de los 30 años.
Después de un rato encontré lo que era la "Plaza de la fontana". No sé por qué, pero salí corriendo hacia aquella gran fuente que tanto me había servido de consuelo en mis días oscuros y de divagaciones. Su superficie estaba cubierta por una fina capa de hielo. Al parecer había nevado.
En mitad de la calle, alguien me empujó y me tiró al suelo.- ¡Ouch! Perdone -musité, frotándome la zona en la que me había golpeado. Me levanté e intenté ayudar a la otra persona, que se había caído también. Pesaba más de lo normal, o tal vez era porque estaba relajando el cuerpo para hacerse más pesado. De repente, me cogió por las muñecas y sentí el apestoso aroma del ron. ¿Acaso ese hombre iba ebrio?
Me asusté y empecé a forcejear, pero él era más fuerte y me levantó como si me tratase de un saco de plumas.Chillé con todas mis fuerzas. Apenas podía ver su rostro, pero poco me importaba porque lo único en lo que pensaba era en escapar de las garras de aquel depravado. Hizo caso omiso de mis pataletas y caminaba en zig-zag. ¿Hacia dónde me llevaría?
Para sorpresa mía paró en seco y oí los pasos de alguien más.- ¡Por el amor de Dios, ayúdeme! -rogué entre lágrimas.- Suéltala -ordenó el desconocido. Por su ronca voz se notaba que se trataba de otro varón.
- ¿Y… si no… lo hago? –Balbuceó mi secuestrador entre espasmos.- ¡SUÉLTALA! –Volvió a demandar el otro. Seguidamente oí un fuerte golpe y volví a caer al suelo.
Aquellas dos personas se enzarzaron en una gran pelea mano a mano.
Escuché un gemido lastimero proveniente del borracho y después… Nada.
Me aferraron las manos y sacudieron mi enredado pelo para quitarle la suciedad.
- ¿Se encuentra bien? –preguntó con amabilidad y preocupación.
- Sí, muchas gracias, noble caballero. Por favor dejadme ver el rostro de mi salvador. Debe haber alguna forma de agradeceros lo que ha hecho por mí.
- De acuerdo, milady.
Me llevó hasta debajo de una antorcha…
Y le vi…
A mi amado…
- ¡Eric, sois vos! –lloré de júbilo y me lancé a sus brazos, disfrutando al fin del contacto entre nuestros cuerpos tras tanto tiempo.
- Elena, milady. He esperado este momento desde nuestra trágica despedida. No sabéis cuánto os he extrañado.
Nos abrazamos fuertemente y nos fundimos en un largo beso. Bajo la antorcha, bajo la atenta mirada de las estrellas y del universo, esperando al crepúsculo.
A pesar de todo… incluso después de la muerte… nuestro amor había cruzado toda barrera existente.
(4/02/07)
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