Sabía que te irías, lo supe desde el momento en que me imploraste, suavemente, que te agarrara. Me quedé pensando en lo maravilloso que fue la última vez:
Ese suelo tan ideal para mí, ese hueco que sin yo pretenderlo adoptó mi estructura, al que había visitado en dos ocasiones, y al que temía visitar una tercera. Mi suelo, mi baño, mi apoyo. Al que corría cuando el mundo empezaba a consumirse, a devorarse a si mismo, como si fuera el único hueco firme que quedara, como si fuera el peldaño del pozo que me resignaba a soltar.
Una imagen curiosa, la misma que hacía unos meses había tenido el honor de contemplar, el espejo por el que ahora resbalaba una lágrima. Tal vez su gesto se tornara en dolor, quizás no fuera dolor, solo una figura desesperada, alguien que no levanta la cabeza, que se la agarra, alguien que no habla, que pide. ¿A quién?, al silencio quizás, o que demonios, a cualquiera que pueda oír, reaccionar, sentir. ¿Angustia?, si, tal vez fuera eso.
Y por la cabeza que se sujeta entre los brazos, no circula nada. Y por la boca que antes pedía, siempre acaba saliendo un por favor, aventurero, simple y con demasiado sentido para ser ignorado. Con tantas terminaciones que atrae, atrapa... ¿cuál será la suya?
Después de que el silencio permanezca impenetrable, donde solo el lamento tiene salida, una parada frena el dolor insoportable, y se mira a los ojos… húmedos, y ve esa lágrima, la que en el espejo estaba y que ahora admira tiritando frente si. La ve resbalando por su mejilla… la ve en su boca, y en ella su reflejo, duele, duele tanto que aunque no la sienta, aunque la esté viendo… mata. No lo entiende, y ahora el sin sentido abarca todo cuanto hay: Dios, yo la quiero, Dios, no hay nadie que la quiera más que yo. Señor, nunca pedí nada, ayúdame. ¿Por qué si yo la quiero, está con alguien que no soy yo?, ¿por qué, dios?, ¿por qué no puede estar conmigo?, ¿por qué?, deja de castigarme, te lo suplico. Preguntas que nunca obtienen respuesta, pero no busca eso, busca completar su por favor, con extensas palabras, acumulando su fe, sus ganas, imagina que algo cambia, desea que algo cambie. Tanto que todos sus deseos salen por su boca, como disparos de ametralladora, que no quieren detenerse, con tanta fuerza y convicción que están al borde de rozar el milagro. Haz que me perdone, hay que perdonar, es bueno. Haz que vuelva, haz que todo siga como antes, haz que se de cuenta, y solamente quiere decir, haz… que por favor alguien me ayude.
Y se ve tan sencillo, tan exagerado, se ve tan loco. Y lo sabe, sabe que está presa de un conjuro, sabe que cayó al pozo hace mucho, sabe que hace mucho perdió la cuerda, sabe que no quiere otra salida, sabe que solo saldrá con esa cuerda. Aunque tenga que quedarse sin voz para que alguien se la tire, aunque tenga que pedirle al aire ayuda, aunque tenga que pasarse mucho tiempo a oscuras.
Creación - TheRoSs
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